Agua Quemada es el resultado de un profundo trabajo con la memoria y el dolor que, para Jairo, implican su origen y territorio: ser colombiano es nacer con una herida puesta. Oro, agua y sangre. Heridas que quedan abiertas y se van secando y abriendo, secando y abriendo. Aparte de eso que podemos tocar, también habita aquello que no podemos rozar, que se cocina y echa humo: la melancolía, la tristeza, el miedo, el dolor, la alegría y el gozo. Las memorias son la sustancia de ese piso de nuestra propia tierra, que a veces llamamos país y a veces cuerpo.
Esta pieza teatral recupera las voces, lugares, historias y memorias de las cicatrices de un cuerpo, en un país que lleva más de medio siglo en conflicto. Voces y geografías superpuestas componen lo desterrado, la ironía del tiempo en situaciones distantes, y las preguntas expanden el deseo del actor y su relación con el espacio y con el teatro